A lo largo de la historia de la humanidad, han existido diferentes catástrofes ecológicas que han sacudido a la opinión pública por los graves efectos que han tenido sobre los recursos naturales y la propia salud humana. Seguro que te vienen a la mente algunas: el Exxon Valdez, que afectó a las costas de Alaska, Fukushima o Chernóbil y sus respectivos accidentes nucleares. Más cerca en el espacio, lo que ocurrió sobre el río Agrio tras el vertido de Aznalcollar, o el Prestige y el chapapote que cubrió las costas gallegas y asturianas.
Accidentes o catástrofes que en la mayoría de ocasiones podrían haberse evitado si se hubiese llevado a cabo una correcta gestión de proyectos, tal y como vamos a ir viendo a lo largo de este artículo. Y es que, usando uno de estos casos reales, entenderás cómo la mayoría de los problemas que pueden surgir y que podemos pensar que son inevitables, pueden ser cubiertos, previstos y manejados de una manera mucho más eficaz. Es posible reducir estos impactos y sus consecuencias sobre los elementos que conforman el medio ambiente.
La contaminación del agua en Flint, Míchigan
Uno de esos casos que quizás te suene es el que afectó a los residentes de la ciudad de Flint, en Míchigan. La crisis económica que ha azotado a gran parte del planeta durante la pasada década se sintió también en esta urbe que tuvo que hacer frente a una inmensa deuda financiera. Para intentar reducirla, se decidió usar una nueva fuente de abastecimiento de agua potable. En vez de traerla desde Detroit, se suministraría desde el lago Hurón. De esta manera, la ciudad se ahorraría unos 2 millones de dólares al año, lo que, vista la situación que tenía en ese momento, le supondría cierto desahogo. Sin embargo, para llevarla a la ciudad se necesitaba tiempo -unos dos años-, por lo que se tuvo que seleccionar una nueva fuente para que los habitantes pudieran seguir consumiéndola. El río Flint, que prácticamente cruzaba la ciudad, sería la solución.
Pero en absoluto lo fue, sino más bien el origen de sus problemas. Desde que comenzó a usarse, los vecinos se quejaron de su mar olor y sabor. Es más, se detectó la bacteria E. coli e incluso los análisis del agua determinaron niveles muy elevados de unas sustancias cancerígenas, trihalometanos. Si ya todo esto era problemático, todavía provocó más miedo que la factoría de General Motors tuviera que dejar de usarla debido a que el agua estaba corroyendo parte de sus instalaciones. Esta se trasladaba a través de tuberías que contenían plomo, el cual se disolvía durante el trayecto y que puede generar problemas sobre el sistema nervioso y cognitivo, el conocido como saturnismo, una de las causas que los historiadores aducen para explicar la caída del Imperio Romano.
Una posibilidad de gestión para evitarlo
¿Se podrían haber evitado todos estos problemas? Parece evidente que sí. Es cierto que las causas eran externas, con la crisis y la situación financiera que alcanzó al ayuntamiento de la ciudad. Del mismo modo, hay que tener en cuenta las características de las tuberías que se encargaban de llevar el agua desde el río a la ciudad. Tuberías con cerca de cien años y fuertemente corroídas. Sin embargo, todos estos elementos deberían haberse estudiado y tenido en cuenta durante la primera fase del proceso de manejo de riesgos: la identificación. Centrarse solo en un elemento, como pudo ser la necesidad de ahorrar, y alejarse del resto pudo ser una de las causas de la tragedia.
Una vez que este proceso de identificación concluyó, en la siguiente fase de análisis debieron observarse las conducciones, tanto su edad como su contenido en plomo. Y, del mismo modo, la alternativa a ellas: dejar sin suministro a una ciudad prácticamente en bancarrota, sin ninguna otra fuente disponible.
En la tercera fase (evaluación) es cuando debió priorizarse la magnitud de los riesgos. En Flint se dio mucha más importancia al asunto económico que al de la salud humana, cuando lo lógico hubiera sido lo contrario.
Una vez realizada esta tarea, llega la fase del tratamiento: ¿qué se puede hacer para evitar impactos que puedan ser considerados como catastróficos? Y he aquí que el proceso y control de la corrosión hubiera costado entre 80 y 100 dólares por día. Con ese dinero y planificación habrían ahorrado todo lo que pasó con posterioridad. Si se hubiese llevado a cabo, tan solo quedaría la última fase, la de monitorización, una simple comprobación de que los sistemas funcionaban durante el tiempo que tardaban las obras.
Por hacer un resumen de las consecuencias, durante dos años sus habitantes han tenido que soportar un agua no potable y entre 6 000 y 12 000 de sus vecinos han desarrollado niveles excesivos de plomo en sangre. Todo para, finalmente, volver a conectar la ciudad con la red de Detroit, recuperando la situación inicial. Problemas sumamente serios que debieron evitarse usando técnicas y herramientas de gestión de riesgos.