Cuando un técnico se enfrenta a un nuevo trabajo, puede considerarlo como un reto, acogerlo con ilusión, romperse la cabeza para averiguar cómo realizarlo… Pero una de las características más complicadas de estos nuevos trabajos son las estimaciones. Cuando el cliente pregunta cuánto tiempo va a costar llevarlos a cabo, su precio… Ahí, saltan las alarmas.

Si se hace una estimación muy al alza (es decir, con un presupuesto demasiado elevado o a largo plazo), se corre el riesgo de perder a dicho cliente. Y, si se hace acortando plazos y pidiendo poco dinero, perderá la empresa. Pero lo peor de todo es que el cliente no sepa lo que le van a cobrar o lo que va a costar realizar el trabajo.
Por lo general, cuando se estima, hay que ser positivo. Los trabajadores se ven a sí mismos realizando varias tareas a la vez, las cuales les saldrán a la primera. Esto lleva a que el precio suele quedarse por debajo de lo que, normalmente, se cobraría.
Lo mejor es la experiencia. Cuando se comienza a realizar un nuevo trabajo, el cual nunca se ha llevado acabo anteriormente, es necesario pensar en otros similares y el tiempo que han abarcado. Hay que tener en cuenta los problemas y variables que podrían aparecer en su desarrollo y las soluciones. Así, será posible estimar de una manera algo más precisa.
Medir en días o semanas (plazos medios) es la mejor forma de estimar. Y es que pensar en minutos u horas es muy complicado (no se pueden tener en cuenta las variables); mientras que, si se hace en meses o años, se corre el riesgo de aplazar.
Es cierto que muchos solo saben trabajar “bajo presión”. ¿Cuándo fue la última vez que un proyecto careció de plazos de entrega? Puede ser que este sea extenso, pero llegará el momento en que haya que entregarlo. Estimar en semanas el tiempo de entrega de un trabajo permite también valorar el precio a cobrar de forma más precisa: se dividirá el presupuesto total entre las semanas que un equipo tenga que estar trabajando en él.
Si se tiene una empresa y se está acostumbrado a realizar presupuestos, entonces, ya se sabe lo que cuesta ajustarlos. Por eso, de la misma manera que es muy complicado fijar los precios reales de un trabajo, es realmente complicado estimar los plazos de entrega.
Será necesario realizar ensayos previos para saber cuánto tiempo durará el proyecto. Además, hay que tener en cuenta los tiempos de estos ensayos; y, si se va a tardar en realizar el trabajo, hay que saber comunicarlo, de manera que el cliente sepa todos los pasos que se van a dar y lo que se tarda en dar cada paso. Para conseguir una mejor percepción del proyecto, por parte del cliente, también es necesario mimar otros aspectos, como la comunicación fluida, el diseño de esas comunicaciones o la información precisa y puntual del punto en el que se encuentra el trabajo.

Los trabajos técnicos cambian constantemente y evolucionan y eso afecta mucho a la hora de estimar. El caso es perder el miedo a enfrentarse a nuevos retos y, aunque, en la primera prueba, se pierda; para el siguiente encargo, se podrá estimar con más precisión. Y es que, en la mayoría de las ocasiones, hoy en día, lo que funcionaba antes ya no funciona. Hay que buscar el enfoque que se adapte a los nuevos tiempos y la filosofía de la empresa. Y, sobre todo, poder dar al cliente lo que está buscando y cumplir sus expectativas, para que quede satisfecho con el trabajo realizado.

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